El internet: contracultura y neoliberalismo

Por Elizard González Becuar

Introducción

 

La relación de los humanos con la computadora es algo complejo de definir. De entrada, es bien sabido que es algo reciente. Desde que conocemos las computadoras y las variedades de cosas que se pueden hacer con ellas, la reacción principal de las personas al presenciar la realización de alguna nueva tarea varía entre asombro y miedo. Sobre todo, el uso que quizá cause más asombro sea el de establecer conexión a internet. La riqueza de posibilidades encontradas por el usuario promedio en las primeras veces que se consiguió conectar domésticamente a Internet, desde módems de 56.6 kilobaudios, hasta la hoy casi-universal conexión 4G con la que se goza vía teléfonos celulares en casi cualquier zona geográfica, suele suscitar las mismas reacciones anteriores—asombro y miedo— con variaciones en su grado e intensidad. Lo claro es que nuestra experiencia está profundamente empapada y mediada por estas nuevas tecnologías de la información y comunicación (T.I.C.) 

 

Sin embargo, fuera de que las computadoras y el internet existen y nos son útiles, el conocimiento popular sobre su origen no es muy claro. Algunas de las versiones sobre este origen, reproducidas insistentemente en la cultura popular, son que las computadoras y el internet fueron inventadas por genios norteamericanos de los negocios, solitarios, quienes figuran desde hace décadas en las listas de Forbes como los hombres más ricos del mundo. Es importante mencionar esta versión pues, como se mostrará más adelante, es parte del aura de emancipación personal que las T.I.C.s han creado para sí mismas, el cual ha sido clave para la facilidad con la que las tecnologías digitales han permeado la sociedad y el consumo.

 

Concretamente, debe decirse que no fueron un grupo de individuos, mucho menos uno solo. Tampoco ocurrió en una sola vez, teniendo un producto terminado al final del proceso creativo. Si no, más bien, fueron una serie de iniciativas tanto de parte de intereses gubernamentales financiadas con grandes cantidades de dinero de contribuyentes destinadas a la investigación militar y académica, así como de iniciativas a pequeña escala, comunitarias y autodidactas—todas ellas en oleadas sucesivas de eventos que fueron definiendo ciertas épocas [1],[10] de los últimos 30 años. Para relatar esta versión del origen de las computadoras e internet, será necesario hablar, sí, sobre algunos individuos pero, sobre todo, de su papel catalítico en distintos movimientos sociales. 

 

Contracultura

 

Este relato empieza ubicándonos geográficamente en la costa oeste de Estados Unidos, específicamente tomando como epicentro el Bay Area (área de la bahía) de San Francisco, en el estado de California, después del fenómeno demográfico de la explosión de natalidad posterior a la segunda guerra mundial. Es imprescindible poner al, entonces juvenil, mundo de la computación, en este contexto pues fue en él donde, tanto en términos ideológicos, como económicos, este germinó. Además, cabe mencionar que estas iniciativas militares de investigación y desarrollo de la T.I.C., por parte del Departamento de Defensa norteamericano, nacen en el contexto de la Guerra Fría. 

 

Esta última, la Guerra Fría, es el nombre con el que se conoce al periodo de tensión que, en ese entonces, se disputaban las potencias mundiales Estados Unidos y la Unión Soviética, así como las esferas de influencia de ambas. Este conflicto duró desde el fin de la segunda guerra mundial (1946), hasta el colapso de la Unión Soviética (1991). Fue un periodo de competencia entre los dos bloques manifestado en una carrera armamentística, la cual presupuso un gran desarrollo industrial,  técnico y científico. Debe recordarse que, para 1963, la Unión Soviética ya había puesto en órbita espacial a la cosmonauta Valentina Tereshkova y, anteriormente, en 1961 al cosmonauta Yuri Gagarin. Ambos eventos son considerados grandes hitos en la historia de la humanidad que Estados Unidos se empeñó en superar, y que hasta 1969 consiguió, cuando una tripulación aterrizó en la luna, haciendo la primer caminata exitosa sobre la superficie lunar.

 

Es en este contexto también donde una variedad de movimientos sociales, a finales de la década de 1960, se unificarían (el movimiento de derechos civiles, los medios comunitarios, la espiritualidad new age, el movimiento de liberación sexual y el uso recreacional de drogas, etc.) al constituir un movimiento de mayor amplitud, la contracultura. Al mismo tiempo, el desarrollo tecnológico de sistemas electrónicos de computación de las naciones beligerantes de la segunda guerra mundial, alcanzaban un punto alto de sofisticación y comercialización (por ejemplo, las máquinas computacionales ENIAC, EDVAC, ORDVAC y UNIVAC desarrolladas en las décadas anteriores). Es en estos tiempos, en 1969, que se intentaría comercializar con poco éxito la primer computadora comercial Honeywell 316, en ese entonces un artículo de lujo. Sin embargo, la semilla de la computadora doméstica ya estaba sembrada y sería cuestión de tiempo para que esta creciera profusamente. 

 

Casi simultáneamente, el 29 de octubre de 1969, se desenvuelve favorablemente el primer experimento militar de transferencia de información entre dos computadoras mediante la red de comunicación electrónica ARPANET (las siglas significan Red de Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada, una predecesora de internet financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos). Leonard Kleinrock, en aquel momento, un estudiante doctoral dentro del proyecto, se conectaría desde su computadora en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) a otra computadora en la Bay Area, a 624 kilómetros de distancia al norte, en la Universidad de Stanford, California. Este discreto momento de transmisión entre dos computadoras en una red de comunicación se considera el inicio de internet. Descrito recientemente [9], se ha comentado que este experimento, aunque parte de una investigación militar, intentaba construir una cultura de la información abierta, confiable, libre y compartida.

 

Whole Earth Catalog

 

La juventud de la contracultura presentía, tanto en el desarrollo de la T.I.C.s y en la rama de la cibernética, un potencial de liberación importante. Estas ideas tomarían importancia en la experimentación psicodélica contracultural y en el retorno al campo de la contracultura; es decir, en la experiencia de las comunas. Entre 1967 y 1970, se calcula que en Estados Unidos existieron de 2,000 a 6,000 comunas, haciendo de este fenómeno la ola más grande de comunalización en la historia estadounidense ([6] en [10]). En estos tiempos, un joven entusiasta en el movimiento contracultural llamado Stewart Brand, decidiría publicar en 1968 el Whole Earth Catalog (W.E.C.), una revista donde reunía y permitía un fácil acceso a información y reseñas de lectores sobre los temas de sistemas complejos, refugios y uso de terrenos, industria y manualidades, comunicaciones, comunidad, nomadismo y aprendizaje. 

 

Cabe mencionar que entre los miembros de la contracultura había una actitud ambivalente hacia la tecnología, nutrida por dos experiencias opuestas: por una parte, la contracultura valoraba como nociva o dañina las manifestaciones tecnológicas de la burocracia militar en la carrera armamentística por parte del Departamento de Defensa en el contexto de la Guerra Fría; por otra parte, las ideas de control de sistemas por parte de la cibernética, así como las experiencias de elevación de conciencia en la naciente cultura psicodélica, (particularmente, a través del uso de LSD) brindaban una perspectiva alternativa y favorable hacia las tecnologías a pequeña escala ([11] en [10]). 

 

El lema de la revista W.E.C. proclamaba brindar acceso a herramientas (“access to tools”). Es decir que buscaba facilitar herramientas, tanto intelectuales como prácticas a quienes, en las comunas, regresaban de los centros urbanos a la tierra o el campo. Estas herramientas serían necesarias para desarrollarse a sí mismos, con la intención de tener un impacto positivo en el mundo [10]. En ese sentido, la publicación no era un simple catálogo u órgano de difusión. Ya que al incluír reseñas aportadas por lectores, servía de foro impreso a los lectores quienes inicialmente se ubicaban en el área de San Francisco. Mas, al aumentar la popularidad de la publicación, fue extendiendo su comunidad de lectores extendida hacia zonas dispersas de los Estados Unidos. Turner [10] demuestra, al estudiar sociológicamente la historia del W.E.C., cómo el optimismo hacia las T.I.C.s a pequeña escala manifestadas en la W.E.C., ayudó a fortalecer los entendimientos populares de las primeras redes de computadoras pues ofrecía un espacio en los que miembros de múltiples grupos dispersos geográficamente podían comunicarse los unos con los otros y, al hacerlo, podían verse como parte de una red de flujo libre de información. De esta forma, el W.E.C. puede considerarse un foro comunitario impreso donde los integrantes contribuían al conocimiento colectivo haciendo reseñas; una forma adelantada a su tiempo de los foros en línea que se popularizarían con la llegada del Internet en los 90s.

 

La popularidad del W.E.C. ayudó a establecer una curiosa intersección, casi contradictoria, de la afinidad tecnológica en la juventud contracultural de las comunas y los burócratas que administraban los arsenales nucleares estadounidenses de la Guerra Fría ([11] en [10]). Esta intersección, probaría ser más que una coincidencia pues, a pesar de haber cesado en 1971 la publicación del W.E.C., Stewart Brand continuaría con otros proyectos editoriales abordando temáticas sobre nuevas tecnologías, computadoras personales y software. Su actividad en el campo emergente de las computadoras personales y las redes, lo llevaría a una asociación con el inversionista Larry Brilliant para poner en funcionamiento un sistema de conferencia vía internet usando la comunidad ya existente en torno a las publicaciones de Brand. 

En 1985, Brilliant facilitaría la infraestructura (computadoras con acceso a internet e interfaz) y Brand persuadiría a la comunidad existente en torno a sus publicaciones a que usaran dicho servicio de sistema de conferencia. Este servicio pionero les permitiría a los usuarios crear sus propios temas de conversación para ser discutidos en comunidad, a manera de un foro o tablón de anuncios interactivo y en línea. Dicho espacio era manejado con un programa basado en Unix llamado PicoSpan y se cobraba al usuario 8 dólares por suscripción, así como 2 dólares por hora en línea (mucho menos que otros servicios de ese tiempo que cobraban 25 dólares por hora) [10].

 

The WELL

 

Este foro precursor se llamaría Whole Earth ‘Lectronic Link y se conocería popularmente bajo el acrónimo de “the WELL”, sería el arquetipo de gran parte de la interacción comunitaria hecha en internet. Uno de los recuentos más detallados de la experiencia de socializar íntimamente con otras personas por el medio comunitario en línea “the WELL” se encuentra en la publicación de 1993 de Howard Rheingold “The Virtual Community: Homesteading on the Electronic Frontier” [12]. Los aspectos del diseño inicial referenciados por Rheingold [12], muestran cómo los valores contraculturales fueron integrados en la arquitectura del medio comunitario en línea “the WELL”. Sobre todo, se trataba de un foro en línea que servía de medio a través del cual, miembros de distintas redes dispersas geográficamente, podían escribirse unos a otros, crear un registro textual de sus interacciones y así poder construir un sentido de consciencia compartida y de colectividad. Así mismo, los responsables de manejar y mantener dicho espacio implementaban valores contraculturales: críticos a las jerarquías y en vez de ejercer su poder directamente, se le permitía a los miembros la autogestión del contenido que leían (por ejemplo, podían silenciar los aportes de usuarios que ellos considerasen desagradables), así como editar o borrar sus comentarios previos.

 

Como ya debe ir quedando claro, la juventud contracultural, intentaba hacer realidad las aspiraciones de las experiencias de las comunas en las que los miembros eran alentados a trabajar hacia estados transpersonales de unión como los cuales experimentaron en los 60s bajo los efectos del LSD. Se trataba de crear experiencias tribales descontando la visión individual, a favor de una experiencia colectiva y transcendental [3]. Esto demuestra que los ideales contraculturales no murieron con la desbandada y declive de las comunas a mediados de los 70s. Sino que el imperativo comunitario y su ideal de colectividad virtual, así como material, migró hacia las redes computacionales y las estructuras de administración, y se incrustó en la retórica cotidiana de “the WELL” [10]. Esta comunidad virtual pionera, en efecto, sirvió como forma de restaurar dicho “espíritu cooperativo” presente en la contracultura, el cual estaba en peligro de perderse; la colaboración en línea era una oportunidad de revitalizar este espíritu.

 

Giro Neoliberal

 

Significativamente, Turner [10] menciona que un factor decisivo para el éxito de “the WELL” y de su visión, es el cambio de orden económico y político que fue implementado a finales de los 70s e inicios de los 80s. Este nuevo orden, llamado neoliberalismo, se caracteriza por los cambios en la política monetaria y por una reorganización de las jerarquías laborales en empresas e industrias hacia redes orientadas a proyectos. El cambio de orden, a su vez, se complementó con el descrédito popular del orden institucional existente, es decir que las inercias del sindicalismo laboral y de los proyectos políticos se volvieron blanco de mayor desconfianza dada la percepción de que velaban por sus propios intereses al querer conservar las jerarquías laborales del Estado benefactor. 

 

Este descrédito se debió, en parte también, a la crisis económica de “estanflación” (amalgama de las palabras estancación e inflación) de 1973-1975, la cual fue duramente criticada por el economista estadounidense liberal Milton Friedman. Su explicación básicamente denostaba que la intervención de los gobiernos para generar empleo mediante la política monetaria era, en el mejor de los casos, inútil si no es que deletérea y contraproducente. La era de la política económica y de la organización laboral piramidal en empleos de largo plazo, que había impulsado la expansión económica posterior a la Segunda Guerra Mundial, perdía cada vez más terreno frente a la desregulación del capital y de mano de obra. Ganaban popularidad los esquemas laborales informales, subcontratados y temporales, dispuestos en redes laterales porosas y flexibles. 

 

Fisher [5] y Escalante Gonzalbo [4] concuerdan que esta transición de orden, para el 6 de octubre de 1979, se vuelve incuestionablemente evidente. Esta es la fecha en la que se da un punto de inflexión triunfal a favor del neoliberalismo y el nuevo esquema de trabajo que lo acompaña. En esa fecha el presidente de Estados Unidos, James Carter pide a Paul Volcker de la Reserva Federal que aumente drásticamente las tasas de interés en 20 puntos como medida extraordinaria para controlar la inflación. Este viraje, conocido como “shock Volcker”, desde luego frenó la inflación, pero también invirtió la relación entre acreedores y deudores, haciendo posible una nueva organización de los medios de producción y distribución.

 

La desintegración y descentralización de las industrias y las compañías burocráticas demandaba una mayor circulación del empleado, ofreciendo un mayor grado de libertad e independencia económica a cambio de condiciones más precarias. No obstante, las empresas de electrónicos, ubicadas en lugares geográficos estratégicos (el Bay Area, por ejemplo), parecen haber sido las mejor adaptadas a esta nueva lógica organizacional. Mientras el anterior esquema económico favorecía las estructuras laborales jerárquicas, así como los empleos estables a largo plazo, ahora el nuevo esquema neoliberal imponía la flexibilidad laboral. Algo que, anteriormente, fue ejercitado durante la experiencia autodidacta de la juventud contracultural en sus redes personales. El caso de “the WELL” es ilustrativo de esto ya que demostró que las T.I.C.s eran una mejora sustantiva para cultivar estas relaciones personales-profesionales.

 

Al ser un foro digital, “the WELL” permitía intercambios en tiempo real y de mayor variedad. Esta colectividad interactiva moldeó los aportes que los usuarios hacían respecto al sistema de conferencia; los usuarios tendían a compartir información para que fuera valorada útil y así cultivar una reputación favorable en la comunidad. En este espacio virtual electrónico pionero comenzaba a materializarse un concepto utópico, anterior a la contracultura: la economía del regalo. Esto es, una forma de intercambio en la que se dan bienes sin acuerdo explícito sobre recompensas inmediatas o futuras (distinto al trueque o la compra-venta) y sin necesitar autorización de personas o instituciones ajenas implicadas en la transacción.

 

La Economía del Regalo

 

En el contexto de “the WELL”, la economía del regalo consiste en hacer algo por alguien o por la comunidad a partir de un espíritu de construcción colectiva, en vez de un simple quid pro quo (es decir, dar una cosa a cambio de otra cosa). En un quid pro quo, cuando alguien posee algo valioso, tiende a ser reservado en torno a ello: es de su propiedad. Mientras que, cuando se participa en la construcción de una comunidad, el individuo siente mayor libertad de intercambiar información sin miedo a nunca verse recompensado por su regalo. Por esto, dice Turner [10] que, si no hay espíritu de construcción colectiva, los individuos se reservan sus creaciones.

 

Cuando cualquier acción en la Red implica la transferencia de información de una computadora a otra y, el costo de dicha transferencia (no importa que sea una copia o un millón de copias) es cercana a cero, nace la posibilidad para que exista lo que Barbrook [2] llama anarco-comunismo. Aunque el acto de compartir archivos no necesariamente implica la construcción de comunidad, ni conlleva una obligación emocional entre usuarios; aun así, los usuarios están dispuestos a compartir información, incluso por razones egoístas. Es decir, al aportar cada quien algo, cada usuario contribuye a los recursos colectivos (sea información, archivos o datos) disponibles para quienes integran, algún espacio o comunidad virtual. A cambio, cada individuo tiene acceso potencial a toda la información compartida por los demás dentro de la red. Todos toman mucho más de la red de lo que pueden regalar individualmente [2]

 

Se puede decir que el contexto contracultural es el antecedente directo de la economía del regalo hi-tech, es decir que el esquema social donde los recursos privados y licencias son obstáculos técnicos y que, facilitado por el sistema de comunicación en computadoras, el conocimiento resulta más productivo compartido que comercializado. Sin embargo, también debemos recordar que el orden jurídico y económico que acompaña la transición neoliberal, a finales de los 70s e inicios de los 80s se dedica, en gran medida, a frustrar el libre flujo de información y bienes públicos por medio de la corporatización, mercantilización y privatización [8]. Por eso, vale la pena preguntar ¿qué sería del Internet actual sin los aportes comunitarios bajo la economía del regalo?  

 

Conclusiones: Forzando el Candado Neoliberal

 

El asunto es, sin duda, de vital importancia y exige que recordemos que en 2008, el activista por la libertad en Internet y creador de Reddit, Aaron Swartz hizo un llamado enfático para hacer disponible todo el conocimiento disponible a cualquier persona con acceso a Internet y que este conocimiento le pertenezca al mundo entero. Su documento de 2008 intitulado en español “Manifiesto de Guerrilla de Acceso abierto” [13] comienza afirmando que “la información es poder” y en él destaca lo injusto que es el hecho de que la información circule libremente “en las universidades de élite del Primer Mundo, mientras que se excluye a la juventud del Sur Global.” Las editoriales de revistas especializadas más importantes (JSTOR, Elsevier) están cerradas para la gran mayoría de la población mundial. Esta situación perpetúa desigualdades en el conocimiento la cual es reproducida en otras esferas. Para Swartz, las computadoras son grandes máquinas copiadoras: copian cosas de una máquina a otra. Por eso, la actual era de la reproducción digital debe ser, por lógica y por ética, también, una era de acceso digital global [7].

 

Por eso es útil el cuestionamiento lanzado por Barbrook y Cameron [1] al paradigma tecnológico que nos ha heredado la cuna del Internet. Bautizada como “ideología Californiana”, señalan que se trata de la fusión de actitudes contradictorias, definidas específicamente en California desde los 60s hasta los 80s. Esta ideología se identifica con un nuevo agente social y cultural: la “clase virtual”, es decir, personas con conocimiento especializado, dedicadas al desarrollo de software, de contenidos multimedia, ideas y productos originales; trabajando en relativa autonomía y bajo contratos temporales; “artesanos digitales” que culturalmente reflejan los ideales contraculturales pero económicamente se alinean con las doctrinas neoclásicas del individuo racional maximizador de ganancias [1]. Esta mezcla contradictoria se origina en que la lucha política de los 60s no pudo satisfacer las demandas de liberación que reclamaba la contracultura [5], [4]. Sin embargo, estas demandas no desaparecieron simplemente; el neoliberalismo articuló esa crítica en un programa intelectualmente coherente, que se resume en la defensa del mercado. Fue, pues, sencillo para los defensores de la desregulación y la privatización de esferas públicas coincidir al respecto con los movimientos contestatarios de los 60s y presentarse a sí mismos como oponentes del status quo y de la inercia de las organizaciones laborales.

 

Debemos recordar que la actual abundancia digital de la cual gozamos es, antes que otra cosa, una ganancia colectiva. Desde las iniciativas del Departamento de Defensa de EUA financiada con los impuestos de Estado, hasta las iniciativas autonomistas y la economía hi-tech del regalo; no debemos olvidar—por más que la doctrina neoliberal pretenda hacer creer que el mercado nos libera de servidumbres y que nuestra vía de superación es la “cultura empresarial”—que la riqueza de la que gozan los gurus tecnológicos de Silicon Valley es, desde la infraestructura del ciberespacio hasta los metadatos con los cuales personalizan la mercadotecnia individual que nos mantiene enganchados, un producto colectivo. Así mismo, los avances científicos son un bien colectivo el cual ha sido generado, en su gran mayoría, con subvenciones de Estado y el hecho de que el actual orden económico y jurídico mantenga dicho conocimiento bajo candado solo reafirma la vigencia del reclamo de Aaron Swartz [13].

 

Medidas de exclusión como los paywalls, predominantes en publicaciones académicas (pero también en contenido informativo tipo New York Times, The Atlantic, etc.), son características del giro neoliberal el cual, al facilitar la impostura de la monopolización, centralización e internacionalización del poder corporativo y financiero, niega su retórica de mercado que promete competencia y equidad. Cuanto más se reconoce al neoliberalismo como un proyecto utópico fallido que enmascara un exitoso proyecto para la restauración del poder de clase, más se afirman las bases para un resurgimiento de movimientos de masas que expresen demandas políticas igualitarias y busquen justicia económica, así como comercio justo y una mayor seguridad económica. 

 

Por esto, es imprescindible refrescar la memoria colectiva. Recordar que la actual riqueza de posibilidades no le pertenece a nadie más que al conjunto colectivo. Toda ganancia y posibilidad en potencia está solo a la espera de actualizarse. Aunque tampoco olvidar que la realización de dichos anhelos necesita re-imaginar la arquitectura jurídica, la cual define dominantemente procesos sociales. La crítica de la acumulación interminable de capital como el proceso dominante que da forma a nuestras vidas implica la crítica de esos derechos específicos: a la propiedad privada individual y la tasa de ganancia, que son inherentes a ese proceso y viceversa. Proponer un conjunto diferente de derechos conlleva, por lo tanto, la obligación de especificar un proceso social dominante dentro del cual dichos derechos puedan ser inherentemente integrados.

Bibliografía

[1] Barbrook, R., Cameron, A., 1995, “The Californian Ideology”, Mute Vol. 1, no. 3: http://www.metamute.org/editorial/articles/californian-ideology 

[2] Barbrook, R., 1998, “The Hi-Tech Gift Economy”, First Monday, Vol. 3, no. 12: https://ojphi.org/ojs/index.php/fm/article/view/631/552

[3] Coate, J., 1987, “Life on the Bus and Farm: An Informal Recollection”: http://johncoate.com/stories/farm.txt

[4] Escalante Gonzalbo, F., 2015, “Historia Mínima del Neoliberalismo”, El Colegio de México: p. 320.

[5] Fisher, M., 2009, “Capitalist Realism: Is There No Alternative?”, zer0 Books: p. 81.

[6] Gardner, H., 1978, “The Children of Prosperity: Thirteen Modern Communes”, New York

[7] Gould, R., 2014, “Aaron Swartz’s Legacy” Academe: Magazine of the American Association of University Professors, Vol. 100, No. 1: p. 19-23

[8] Harvey, D., 2006, “Spaces of Global Capitalism”, Verso Books, London: p. 154 

[9] Kleinrock, L., 2019, “50 years ago, I helped invent the internet. How did it go so wrong?”, Opinion, octubre 29, 2019: https://www.latimes.com/opinion/story/2019-10-29/internet-50th-anniversary-ucla-kleinrock : consultado el 8 de diciembre 2019.

[10] Turner, F., 2005, “Where the Counterculture Met the New Economy: The WELL and the Origins of Virtual Community” Technology and Culture, vol. 46, no. 3: p. 485-512.

[11] Roszak, T., 1986, “From Satori to Silicon Valley: San Francisco and the American Counterculture” (San Francisco): p. 17.

[12] Rheingold, H., 1993, “The Virtual Community: Homesteading on the Electronic Frontier”: http://www.rheingold.com/vc/book/intro.html

[13] Swartz, A., 2008, “Guerilla Open Access Manifesto”: https://wiki.lib.sun.ac.za/images/9/93/Goamjuly2008.pdf 

4 thoughts on “El internet: contracultura y neoliberalismo”

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