El gallo con tenis frente a la muerte: análisis de un meme

Hay un meme que circula a baja escala en redes sociales. Aparentemente de autoría anónima, lo he visto circular hace dos años aproximadamente. A la vista, tiene un tinte oscuro de comedia irónica—se trata de un meme que parodia a otro meme. Es un meme simple pero plantea un enigma universal. Presenta dos figuras arropadas, misteriosas, frente a frente. Son la vida y la muerte, pero en medio de ambas, hay un gallo que trae puestos unos tenis modernos. Con estos personajes, un texto en tres paneles explica que la vida continuamente envía regalos a la muerte. El texto ríe ante lo absurdo del tercer sujeto, un gallo con tenis, el regalo de la vida a la muerte. Humoriza el enigma existencial y el drama universal de los seres vivos: la muerte.

En la representación binaria del meme, la vida y la muerte, se presentan como polos opuestos. La muerte, un misterio incognoscible, una negación pura, y la vida, la afirmación vital del ser. Algunos pueden decir que el humor absurdo e irónico de un gallo usando tenis de marca sea algo característico de este momento de hiperconectividad a redes sociales. Sin embargo, este meme es una iteración contemporánea de un dilema quizá tan viejo como la especie humana misma. La primera versión de este meme fue pintado durante el Paleolítico, hace 17 mil años, con pinturas minerales (óxidos de fierro) por un grupo de cazadores recolectores en las cuevas de Lascaux, Francia.

 

Este argumento se discute en las ideas de Georges Bataille (1897-1962) respecto a la vida, el regalo o culminación de la vida y la muerte. Bataille plantea que la verdadera oposición no se encuentra entre la vida y la muerte. Hay una expresión más acentuada de la vida. Pero por lo pronto, aclaremos algo sobre la muerte.

La muerte es el resultado inevitable del juego de la materia viva en general, la cual siempre se presenta como una extravagancia de energía. Fenómenos naturales cotidianos como el regalo energético del sol, la abundancia de flora y fauna, las plagas estacionales o fenómenos naturales destructivos (como tormentas, sismos, volcanes), etc., ejemplifican un gasto inevitable y despilfarrador; energía que se consume y se redirige. La muerte es el término final de los seres, los cuales, aparentemente, solo nacen para morir, una negatividad que no puede recuperarse.

Sin embargo, por todas partes en la naturaleza, la muerte es contrariada por la vida: asexual o sexualmente, los seres vivos se reproducen y la vida persiste. Con la reproducción sexual el animal intenta trascender su individualidad efímera ante la muerte. Aquí, Bataille hace otra distinción, en tanto que la vida es lo opuesto a la muerte y viceversa, la muerte es la pérdida que define nuestra existencia como individuos. Simultáneamente, la reproducción sexual está absolutamente enredada con la muerte del individuo.

“La muerte, entonces, es tan parte del derroche inherente a la naturaleza como la vida. La muerte nos parece la forma más derrochadora, pero para Bataille, tal concepción se debe dejar atrás (no ignorar ni vencer): consideramos el lujo de la muerte de la misma manera que el de la sexualidad, primero como una negación de nosotros mismos, entonces, en una inversión repentina, como la verdad profunda de ese movimiento del cual la vida es la manifestación” [1].

Sin embargo, la diferencia entre la vida animal y la vida humana es que la vida humana no se reduce a la sobrevivencia ni a la reproducción biológica. Se suele decir que las personas nos adaptamos a todo medio, pero lo contrario parece cierto: el sujeto moldea su medio, mediante el trabajo adapta el medio a sus necesidades. El humano no busca sobrevivir, busca el bienestar.

Conectar lo erótico con la muerte es un paso más allá de donde el sexo está vinculado con la muerte. Abrazar la muerte señala una economía de intersubjetividad donde los sujetos se pierden (por ejemplo, en el orgasmo, a menudo llamado “pequeña muerte”, petit mort), en lugar de enfrentarse con la muerte real. Nuestra constitución biológica nos hace seres individuales que buscan la reproducción sexual como un medio de trascender nuestra individualidad. También buscamos otros medios para intentar ir más allá de la individualidad: el sacrificio, la actividad erótica, la risa, las drogas, la meditación, etc. El erotismo abre el camino a la muerte. La muerte abre el camino a la negación de nuestro yo individual [2].

El polo más adecuado y la oposición más apta ante la radicalidad de la muerte no es, por tanto, la vida, sino el erotismo. El erotismo es el que manda regalos a la muerte. ¿Y qué regala? Un gallo con tenis.

Chris Gabriel de Meme Analysis, dice que cualquiera puede encontrar humor en los animales, especialmente cuando se presentan en situaciones inusuales, antropomórficas. Tan es así que entre los primeros memes de internet que existieron se encuentran los advice animals. Los animales siempre serán identificables, siempre conservarán un cierto grado de humor. Siempre podremos identificarnos con un animal haciendo algo divertido [3]. Tan así es que nuestro meme en cuestión se acompaña con una risa, un texto que funge de corriente de conciencia se ríe absurdamente (“jajjajajaj”). La risa, una afirmación vital, una expresión de placer. Este meme le habla al espectador y reconoce lo que le parece divertido.

Entonces, ¿cómo es posible que nuestro humor tecnológicamente acelerado del siglo XXI pueda tener algo en común con el humano prehistórico? Veamos de cerca la pintura en las cuevas de Lascaux. En ella encontramos un hombre, muerto por lo que se puede ver, está tendido, postrado frente a un animal pesado, inmóvil y amenazante. Este animal es un bisonte. Está herido mortalmente por una lanza que lo ha destripado. Debajo de su vientre abierto sus entrañas se derraman. Aparentemente fue este hombre tendido quien hirió al animal moribundo con su lanza. Pero el hombre no es del todo un hombre; lleva una máscara o, al menos, su cabeza es de un pájaro con un pico alargado. Una vara yace en el suelo a sus pies; y junto a él hay otra vara o bastón que lleva en la punta, nuevamente, la imagen de un ave. Nada en toda esta imagen justifica el hecho paradójico de que el falo del hombre está erecto y apunta al toro traspasado [4].

Detalle de la escena en la cueva Lascaux. 14,000 B.C.

En el arte rupestre del Paleolítico, todos los animales (excepto el humano) están pintados con atención casi sobrenatural a los detalles faciales, musculares. Por otra parte, los humanoides pintados en las paredes de cuevas no tienen cara. Son representaciones que, para los estándares de nuestro tiempo, no irradian triunfo. Las representaciones humanas en el arte rupestre, comparados con las representaciones de animales a su alrededor, son excesivamente modestas, las figuras humanas tienen un aspecto débil, patético. Estudios de culturas siberianias asocian automáticamente la simbología del gallo con el chamanismo [5]. Muchas culturas a través del tiempo identifican al gallo como un símbolo de luz. Bataille, por ejemplo, dice que el canto del gallo tiene un significado solar y el sol es la concepción más elevada [6]. Otras culturas, como la Yoruba, compara la figura del hombre con la del gallo [7]. En el budismo Tibetano, el gallo simboliza la lujuria, el apego y la codicia [8].

Estas cuestiones sugieren que las personas paleolíticas tenían un sentido del humor no muy distinto al nuestro. Después de todo, parece que compartimos una sensibilidad estética hacia estas representaciones, como lo demuestran la abundancia de memes de animales en situaciones graciosas, antropomorfizadas. “Los artistas paleolíticos, a pesar de su inclinación por el naturalismo, rara vez optaron por representar a los seres humanos, y luego, cuando lo hicieron, fue hecho con una tosquedad que huele a burla” [9].

¿Puede ser el caso que tenemos la primera versión del meme del gallo con tenis frente a la muerte en Lascaux, hace 17 mil años? Las interpretaciones del arte Paleolítico encuentran algo humorístico surgido de la percepción precisa del lugar de los humanos en el mundo. El humano de la prehistoria ocupaba un lugar bajo en la cadena alimenticia, en comparación con la megafauna. Al mismo tiempo, parece que fueron capaces de comprender y representar cuán patéticos eran. Sabían que eran animales, y también parecían saber que sabían que eran animales, animales que podía pensar. Y eso, si lo piensas lo suficiente, es casi gracioso. Sabían exactamente que su papel en el esquema de las cosas, en la naturaleza, no era muy alto, y esto parece haberlos hecho reír.

El arte rupestre de Lascaux, así como el meme del gallo con tenis ante la muerte, son versiones de un enigma universal el cual se presenta con una carga de ingenuidad que, sin la menor duda, también es trágico… y, a la vez, cómico. “Porque el erotismo y la muerte están vinculados. Y porque, al mismo tiempo, la risa y la muerte, y la risa y el erotismo, están vinculadas.” Así como con Lascaux, “probablemente no haya otra imagen en el mundo tan cargada de horror cómico” como el meme del gallo con tenis ante la muerte. “Tenemos aquí un enigma desesperado, risible por su crueldad, planteado en los albores de los tiempos. Siendo el primer enigma que plantea el ser humano, nos pide que bajemos al fondo del abismo que el erotismo y la muerte nos abren” [10].

NOTAS

[1] HD, 174

[2] HD, 176

[3] Meme Analysis, 1:27: https://www.youtube.com/watch?v=JSDtNi0JaBc

[4] TE, 51

[5] https://www.theguardian.com/artanddesign/2019/dec/12/humans-were-not-centre-stage-ancient-cave-art-painting-lascaux-chauvet-altamira

[6] VE, 57

[7] https://en.wikipedia.org/wiki/Rooster#Religion_and_spiritual_belief_systems

[8] https://library.acropolis.org/the-symbolism-of-the-rooster/

[9] https://www.theguardian.com/artanddesign/2019/dec/12/humans-were-not-centre-stage-ancient-cave-art-painting-lascaux-chauvet-altamira

[10] TE, 49-50

BIBLIOGRAFIA

[HD] Hegarty, P., 2000, “Bataille, Conceiving Death”, Paragraph, Vol. 23, No. 2, pp. 173-190.: https://www.jstor.org/stable/43263596

[TE] Bataille, G., 1961, “The Tears of Eros” City Light Books, p. 213.

[VE] Bataille, G., 1985, “Rotten Sun”, Visions of Excess: Selected Writings, 1927-1939, University of Minnesota Press, p. 57.

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